jueves, 23 de junio de 2011

Arte

Quizás sea verdad que el buen tiempo activa resortes creativos escondidos en la gente. O puede ser que la mezcla que se ha venido fraguando aquí fondeara en la isla gracias a los viajeros, que trajeron músicas que nunca habíamos oído antes. Sea como fuese, por Gran Canaria navega una curiosa argamasa de estilos artísticos. Unos propios y otros llegados de confines remotos. Tonadas y melodías de todas partes, que corrieron a asentarse en la cabeza de escultores, pintores y arquitectos de la isla, un siglo y luego el otro.
Los arquitectos
Casi todos los monumentos que verá en Gran Canaria son posteriores a la Conquista de la isla por los castellanos, aunque se guarda aún el valioso rastro de la cultura aborigen. El primer estilo arquitectónico desembarcado en Gran Canaria es el gótico, en el siglo XV. El ejemplo más claro se levanta en plena fachada marina de la capital, en la Catedral, que ha dominado la bahía de la ciudad durante generaciones y todavía sobrevuela su casco histórico. Una obra desbordante para una isla en el océano, si atendemos sobre todo a la época en que iniciaban su construcción.

Encontrará rastro de otros estilos en la arquitectura religiosa. Desde elementos gótico-mudéjares del siglo XVI, en la Iglesia de San Juan Bautista de Telde, a los estilos de la época dorada del Barroco, del XVII y XVIII, que remezclaron a su vez con la impronta mudéjar. Los templos de Santo Domingo y San Telmo, en Las Palmas de Gran Canaria, son buena muestra.
La arquitectura de la isla entró en el XIX sumando aire nuevo, aportado por el pensamiento liberal y parte de la aristocracia. Una expresión de orgullo de clase que refleja el Gabinete Literario, en la capital, donde puede ver también los edificios modernistas que abrieron el siglo XX regalando color a la ciudad. Luego, cuando llega el tiempo ordenado del racionalismo, Las Palmas de Gran Canaria encuentra a Miguel Martín Fernández de la Torre, arquitecto del Parador de Tejeda, en la cumbre de la isla, y del edificio del Cabildo Insular, entre otras obras que afinaron con líneas rectas las calles de la capital.

Al terminar el siglo XX la ciudad cocinaba proyectos de vanguardia, que se convirtieron al minuto en nuevos iconos. Obras como el interior del Centro Atlántico de Arte Moderno, de Sáenz de Oiza, el Auditorio Alfredo Kraus, de Tusquets o la torre Woermann, de Iñaki Ábalos y Juan Herreros. Son los nuevos símbolos de Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad colorista y viva, que como buena ciudad portuaria, anda predispuesta a escuchar los vientos nuevos que ayudan a mudar de aspecto.
Los escultores
El Templo de San Juan de Telde está en este inicio. La referencia central para analizar la escultura grancanaria entre los siglos XVI y XVIII, ligada siempre a los centros de culto. Hallará obras de valor en buen número de edificios religiosos. Obras importadas de América porque en esa época, influenciada por el Barroco, predominaban las importaciones de Indias.
Fue José Luján Pérez (1756-1815) el imaginero que inicia una larga serie de creadores locales que harán crecer el árbol de la escultura en la isla. La escuela de artistas que tomó su nombre planteará, años después, un nuevo camino propio y diferente, entorno a la identidad canaria, con obras de Plácido Fleitas entre otros. La solidez de la tradición sigue creciendo, con el trabajo sobre conceptos abstractos y material industrial de Tony Gallardo, que abre una ventana nueva en los 60. Una puerta que enlaza al trabajo de autores contemporáneos como Martín Chirino, que cambia la obra abstracta por la escultura pública y envuelve el borde marino de la ciudad con su Lady Harimaguada.

Escultura Lady Harimaguada, obra de Martín Chirino
Detalle de una pintura de Néstor de la Torre en la que aparece un fauno con ojos azules pensativo
Los pintores
Si le interesa la pintura de los siglos XV y XVIII le interesará seguro la pequeña Ermita de las Nieves, en Agaete, que guarda valiosas piezas flamencas. También es muy recomendable conocer la Iglesia de San Juan Bautista de Arucas, en el norte y su Virgen de Guadalupe.
Saltando a los inicios del XX, resalta la figura de Néstor de la Torre, el mejor exponente del simbolismo insular. Puede conocer el grueso de su obra en el Museo Néstor, en el centro de la capital.
Pocos años después la Escuela Luján Pérez destapa otro salto creativo y acoge a pintores como Jorge Oramas, Santiago Santana o Felo Monzón, que participa con Lola Massieu en la fundación del grupo Ladac. Los años posteriores traerán un amplio abanico de artistas influenciados por la abstracción y el eclecticismo, con el uso de multitud de materiales nuevos. Triunfa la escuela abstracta, con referencias al ámbito canario, y se da a conocer fuera de las islas la obra de buen número de pintores grancanarios, entre los que destaca la figura de

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